domingo, 29 de abril de 2012

La hora de la zambra en Los Gabrieles (Madrid)

Érase una vez (y quien dice una vez dice en los 1910, los 20, los 30, los 40... ) en Madrid, que había un local no lejos de Sol (en Echegaray, 17), una zona sórdida y casa de la golfería más selecta, preciosamente decorado, que hoy sería considerado un vulgar reclamo turístico basado en el estereotipo español (fiesta, vino, toros y mujeres morenas), pero que en la España de la primera mitad del siglo XX era de lo mejorcito y de lo más sonado: aquí, el tópico se hacía verdad. Por Los Gabrieles desfilaban casi todos los toreros (Manolete, Sanchez Mejías...), las bailaoras y cantaoras e incluso los nobles puteros (como Alfonso XIII, de muy conocidas aficiones): el alcohol (especialmente vino, lo más español posible) lo servía la casa, pero las drogas y las putas tenía que traérselas cada uno.


La decoración, casi toda en azulejos, era una suerte de quintaesencia de lo español: vino, toros y mujeres, una especie de exaltación sicalíptica castiza de Quijotes y Goyas eróticos, todo esto sumado a las estéticas publicidades de las bodegas que servían a la casa. La decoración, obra de Alfonso Romero y Enrique Guijo, y es tan digna de mención como las juergas a las que servían de marco. Como era habitual, arte, alcohol y sicalipsis iban de la mano. Y es que por aquí rondaban Zuloaga, Romero de Torres, Baroja, Valle-Inclán (como no...). Hasta Ava Gardner, hasta Franco acabaron alguna vez por aquí.




Los Gabrieles no cerraba, al menos en teoría: tenía tanta fama que las autoridades hacían la vista gorda. Se anunciaba como café-cantante: el dueño contrataba un espectáculo de La Niña de los Peines, o de Pastora Imperio, y la fiesta empezaba. Así, los jóvenes y no tan jóvenes, se arreaban su Jerez, su narcótico de turno, y se bajaban al sótano, a las "cuevas", que estaban igualmente decoradas con azulejos, incluso una de ellas estaba decorada como si fuera un ruedo, con burladero y todo, y en ella Manolete celebraba sus propias "corridas" privadas con las prostitutas. Otra de las cuevas imitaba una enfermería, otra el metro... Muchas de estas fiestas duraban 3 o 4 días, en las que la gente no pisaba la calle.



Hoy, son precisamente estos sótanos, ruinosos desde hace décadas, lo único que sigue como lo estuvo en el pasado: no pueden tocarse demasiado ya que son patrimonio histórico. Hace algunos meses, el inmueble, cerrado y abandonado desde 2007, saltó a la prensa al haber sido okupado... Parece que ahora se está resturando.


Y es que, hasta para la juerga y la depravación, cualquier tiempo pasado fue mejor....

Ahora, dos recomendaciones:
- Lean, si no lo han hecho ya, La Golfemia, excelente parodia teatral y madrileña de La Bohème. Se reirán bastante. Link para vagos.
- Escuchen, si no lo han hecho "De Purísima y Oro", de Joaquín Sabina (otro canalla "madrileño" de manual), porque es como yo llegué a oir de este inquietante lugar...

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